1988. Apoyo incondicional al pueblo palestino, Comité pour la Construction du parti ouvrier révolutionnaire
Artículo publicado en Combattre pour le socialisme, número 21, 20 de marzo de 1988
APOYO INCONDICIONAL AL PUEBLO PALESTINO
GAZA, CISJORDANIA: EL PUEBLO PALESTINO PROSIGUE EL COMBATE
En el momento en que escribimos
este artículo, la radio anuncia que las tropas israelíes han matado a 85
palestinos desde el 9 de diciembre, día en que comenzaron, en Cisjordania y
Gaza, las manifestaciones contra la ocupación, manifestaciones que se renuevan
sin cesar. A estos muertos (oficiales) hay que añadir centenares de heridos
entre los cuales a todos aquellos a los que, sistemáticamente, los soldados israelíes
han roto brazos y piernas a golpe de bastón, piedra o culatazos.
La banda de Gaza y Cisjordania
fueron ocupadas cuando durante la “guerra de los seis días” (5 al 10 de junio
de 1967), el ejército israelí aplastó a los ejércitos egipcio, sirio y jordano.
La “guerra del Kipur” del otoño de 1973 no modificó la situación. A
continuación, bajo el mandato de Carter, los acuerdos de Camp David prepararon
la firma el 25 de marzo de 1979 de un “tratado de paz” entre Egipto e Israel.
Sólo el 25 de abril de 1982 el ejército de Israel acabó de evacuar el Sinaí
conquistado durante la “guerra de los seis días”. Pero mantuvo la ocupación de
Gaza y Cisjordania.
Incluso más: el 14 de diciembre
de 1981, el gobierno de Israel decidió anexarse el Golán, territorio arrancado
a Siria. Desde el 6 de junio de 1982, el ejército israelí invadió Líbano para
“zanjar de una vez por todas la cuestión palestina”. A fines de agosto y
principios de septiembre, Yasser Arafat, presidente de la OLP, aceptó firmar un acuerdo
por el cual las fuerzas armadas de la
OLP evacuarían los campos palestinos de Beirut Oeste,
dejándolos sin defensa. El 16 y el 17 de septiembre, el ejército israelí dejaba
entrar en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila a las milicias
cristianas que él mismo había armado… Se libraron a masacres: más de 1.000
muertos.
Las manifestaciones, casi
permanentes, que se llevan a cabo en Cisjordania y Gaza, en las que los jóvenes
palestinos se enfrentan lanzando piedras a los soldados israelíes, prueban, si
hacía falta, que la “cuestión palestina” no está “zanjada”. No lo estará en
tanto que el estado de Israel exista, en tanto que subsistan los regímenes
feudales burgueses árabes del Oriente Medio y las camarillas militares, en
tanto que no se abra la vía de los Estados Unidos Socialistas del Próximo y
Medio Oriente.
PRIMERAS LUCHAS DEL PUEBLO PALESTINO CONTRA EL IMPERIALISMO Y EL
SIONISMO
Es inútil recordar la
importancia, tanto estratégica como económica, que esta región tiene para el
imperialismo. Desde antes de la Primera
Guerra Mundial, los imperialismos inglés, francés y alemán se
disputan los despojos del imperio otomano en descomposición. Uno de los motivos
del conflicto de influencia entre el imperialismo alemán y el resto de
imperialismos es el ferrocarril Berlín-Bagdad a través de Turquía, vía directa
de penetración alemana en el Próximo y Medio Oriente y, más allá, hacia el
Oriente, temible amenaza contra el imperialismo inglés.
A fines de la Primera
Guerra Mundial, los imperialismos inglés y francés se
repartían las zonas de influencia en esta región del mundo. Los ingleses, que
controlaban ya Arabia, recibieron “mandato de la SDN” sobre Mesopotamia (Irak actual) y Palestina
(Israel, Cisjordania, Gaza, Jordania actuales). Los franceses recibieron
“mandato de la Sociedad
de Naciones” sobre Líbano y Siria. En 1917, por la declaración de Balfour, para
obtener el apoyo del movimiento sionista y de los judíos de Palestina, el
imperialismo inglés prometió la constitución de un “hogar nacional judío” en
Palestina. En 1921 Inglaterra instituyó el reino de Irak y en 1922 el Emirato
de Transjordania. En Irak y Jordania reinaban príncipes de la familia
hachemita. Entre las dos guerras y durante la Segunda Guerra Mundial, para
mantener su control sobre el Próximo y Medio Oriente, el imperialismo inglés
maniobró entre las monarquías que él había constituido, los pueblos de esta
región y el sionismo. En efecto, en el Próximo y Medio Oriente, tras la Primera Guerra Mundial, los
pueblos se despertaban a la lucha por su independencia nacional, que el
sojuzgamiento de los imperialismos inglés y francés exacerbaban.
En ese momento el pueblo palestino ya se
sitúa en primera fila del combate contra el imperialismo y a favor de la
independencia nacional de los pueblos del Próximo y Medio Oriente. El 21 de
abril de 1936 comienza en Palestina una huelga general. Durará seis meses.
Acabó cuando los dirigentes palestinos de entonces aceptaron llamar a su
finalización a cambio del envío de una “comisión de investigación” inglesa para
determinar el futuro del país: una traición deshonrosa al pueblo palestino.
Pero un verdadero movimiento revolucionario se prolongará hasta 1939. El
movimiento nacional palestino choca desde el principio, necesariamente, con el
sionismo. Entre 1919 y 1925 el número de judíos residentes en Palestina pasa de
60.000 a
125.000. Entre 1925 (y sobretodo a partir de 1933) hasta la guerra, el
movimiento de emigración sionista no deja de acelerarse. El desarrollo del
pueblo judío de Palestina ha ido a la par con el rechazo económico de la
población palestina, de la industria, del comercio y la agricultura. Ayudados
por la financiación proveniente del extranjero, los judíos de Palestina se
apropiaron de una parte cada vez más importante de las riquezas económicas. Una
estadística de 1939 da cuenta de que en Palestina el capital extranjero
(imperialista) representaba en aquella fecha el 75% del capital invertido, el
capital judío el 20% y el palestino sólo el 2 o 3%.
Hasta 1947 el imperialismo británico ha jugado
un juego de equilibrios entre palestino y sionistas apoyándose especialmente en
Transjordania y la Legión
Árabe de Glub Pacha que habían formado y encuadrado oficiales ingleses. Pero
tras la Segunda Guerra
Mundial se producen profundas modificaciones: un aumento creciente en todo el
Próximo y Medio Oriente del movimiento nacional; el debilitamiento irremediable
de los imperialismos francés e inglés; la fuerte intervención del imperialismo
norteamericano, convertido en la potencia imperialista dominante en el mundo y
que progresivamente irá reduciendo a una papel y posiciones menores, en esta
región del mundo, a los imperialismos francés e inglés. Uno de los principales
instrumentos que el imperialismo norteamericano utiliza para establecer su
hegemonía en Próximo y Medio Oriente será el sionismo y ello en conflicto, más
o menos abierto, con el imperialismo británico.
En 1947, los judíos poseían 174.000 hectáreas
de las mejores tierras arables de las cuales más de la mitad pertenecían la Fondo Nacional Judío.
Ciertamente, en el país que se convertiría en Israel, los palestinos poseían
aún alrededor de 600.000
hectáreas pero la mayor parte de ellas eran de propiedad
pública, ya dedicadas a actividades de interés común, ya no cultivables. En
esta parte de Palestina vivían 700.000 judíos y 1.200.000 palestinos. Hay que
añadir que los sionistas organizaban el boicot sistemático a los productos y
comercio palestinos e incluso a la mano de obra palestina allí donde podían
hacerlo.
CONSTITUCIÓN DEL ESTADO DE ISRAEL
El 29 de noviembre de 1947, la ONU adoptó por 33 votos a
favor contra 13 en contra y 10 abstenciones, entre ellas la de Gran Bretaña, el
plan de partición de Palestina. La
URSS y Francia votaron a favor del plan establecido por los
norteamericanos. El 14 de mayo de 1948, el Consejo Nacional Judío proclama en
Tel-Aviv la independencia de Israel. El 15, Washington reconocía al estado de
Israel mientras que los ejércitos de Transjordania, Egipto, Siria, Líbano e
Irak invadían Palestina. El 17, el Kremlin reconocía el estado de Israel. Tras
múltiples episodios y treguas que utilizaba el nuevo estado judío para reforzar
su potencial militar, con la ayuda de los USA y el Kremlin (así, a partir del
14 de junio se estableció un puente aéreo para suministrarle material de
guerra) Israel desencadena una serie de ofensivas que acaban en la derrota de
las tropas árabes y principalmente la derrota de las tropas egipcias. A
continuación se firman armisticios entre los diferentes países árabes e Israel.
Éstos consagran las conquistas de Israel. Mientras que el plan de partición
atribuía 55% de Palestina (hasta el Jordán) a un futuro estado de Israel y el
45% a un hipotético estado palestino, a consecuencia de los acuerdos de
armisticio Israel ocupa el 80%. Se apodera del Néguev que se anexa.
Sólo se trata de uno de los aspectos de la
acción del estado de Israel, agente del imperialismo norteamericano,
fundamentado en la opresión y expoliación, que hace reinar el terror a sangre y
fuego sobre las masas palestinas en particular y los países árabes en general.
Amnon Kapeliouk escribe en Le Monde
Diplomatique, de diciembre de 1986, que antes incluso de que fuese
proclamado el estado de Israel:
“La Haganh (el ejército clandestino judío) y los
grupos terroristas disidentes (Irgan de M. Menean Begin y el grupo Stern)
desarrollaron una estrategia agresiva. “Llevar una guerra total”, “golpear duramente
y sobre un vasto territorio sin ninguna otra consideración”, “golpear el
conjunto de los transportes y comercio palestinos”: he aquí algunas de las
sugestiones de Ben Gurión. Fue este último el que escribió en su diario, a
principios de 1948: “Durante el asalto, debemos estar prestos para lanzar el
golpe decisivo, es decir destruir la aglomeración o bien expulsar a sus
habitantes y ocupar su lugar””.
“El pueblo árabe de Deir Yassin, en la
barriada oeste de Jerusalén, fue atacado y tomado el 10 de abril de 1948 por el
Irgún y el grupo Stern. Balance: doscientos cincuenta y cuatro habitantes
masacrados, la mayoría de ellos mujeres y niños”.
Se trata de expulsar mediante el terror a
los palestinos fuera de los límites del estado de Israel y de apropiarse de sus
tierras y riquezas, de hacer de esta región una región de población judía.
Sobre los 1.250.000 de habitantes palestinos, 850.000 huyeron del nuevo estado.
Desde 1948, cerca de 300.000
hectáreas de tierra, tras ser expropiadas a los
palestinos, secuestradas, fueron vendidas por el estado o puestas a disposición
de colonias o pueblos judíos que se crearon entonces. Nuevas tierras fueron
expropiadas en 1950 en “razón del absentismo”, 100.000 hectáreas
por “prescripción” durante los años 1950. A fines de los años 1970, 150.000 hectáreas
que pertenecían a los beduinos del sur de Israel fueron expropiadas.
Paralelamente, muy rápidamente la población judía pasó de 716.700 habitantes en
1948 a
cerca de tres millones. Un acuerdo secreto establecido entre Transjordania
(convertida en reino en 1946) e Israel, repartió la parte de Palestina situada
al oeste del Jordán. El 16 de diciembre de 1948, la Transjordania se
anexaba la parte de Palestina que se llamaba Cisjordania y se convertía en
reino de Jordania.
EL FRACASO DE LA OPERACIÓN MILTAR
ANGLO-FRANCO-ISRAELÍ EN SUEZ
Las lamentables derrotas de los
ejércitos árabes ante el ejército de Israel fueron un factor de radicalización
de los movimientos nacionales en los países del Próximo y Medio Oriente y
contra las monarquías de estos países. En Egipto, el 28 de enero de 1952, un
golpe de estado militar obligó a abdicar y huir al rey. El 18 de junio, fue
proclamada la República. El
25 de febrero de 1954, Nasser tomó el poder. A continuación se produjeron la
“radicalización” del régimen ante el rechazo de los gobiernos norteamericano e
inglés a financiar la construcción de la presa de Asuán, la nacionalización
(con indemnización) del Canal de Suez y las amenazas de revancha contra Israel.
El 23 de octubre de 1956 se formó
un mando militar unificado entre Egipto, Siria y Jordania. El 29, las tropas
israelíes invadieron el Sinaí. El 31 la aviación franco-británica bombardeaba
los aeropuertos egipcios y las tropas franco-inglesas desembarcaban. Bajo el
dictado del imperialismo norteamericano y de la burocracia del Kremlin, que
temía que la intervención militar franco-anglo-israelí en Egipto desatará un levantamiento
revolucionaria en todo el Próximo y Medio Oriente, los franceses y los ingleses
reembarcaron. Sólo en marzo de 1957 las tropas israelíes evacuaron
Charm-el-Cheik y Gaza, que pasaron a ser ocupados por las tropas de la ONU.
Israel no puede vivir sin la
ayuda económica, financiera y militar de los Estados Unidos. Sin embargo,
contra sus amos norteamericanos, el estado de Israel participó en la expedición
franco-inglesa de Suez. Implantado, artificialmente y sólo a través de la
fuerza y la expoliación, a partir de la opresión y el aplastamiento del pueblo
palestino, sobre un territorio limitado y militarmente difícil de defender,
rodeado de pueblos árabes; instrumento a los ojos de estos pueblos árabes de la
opresión y explotación imperialista; su constitución exigió que centenares de
miles de palestinos se exiliasen en Jordania, Arabia Saudita, Líbano, Siria y
otros lugares en los que, concentrados en los campos de refugiados, son
fermento de la lucha contra el imperialismo de alimento del fuego revolucionario;
cada obrero, campesino, explotado, de estos países reconoce en la causa
palestina su propia causa: el estado de Israel no tiene elección, debe
practicar una política expansionista, racista y chovinista, intentar imponer
por la fuerza de las armas a todos los
países de la región la “paz israelí”. Debe desencadenar guerras preventivas y
realizarlas sin piedad alguna.
El fracaso de la operación de
Suez provocó profundas modificaciones en el Próximo y Medio Oriente. Se produjo
una potente movilización de masas.
Nasser estableció estrechas relaciones con el Kremlin. Fue tan lejos
hacia la “izquierda” como le permitió la naturaleza del régimen. En febrero de
1958, Egipto y Siria formaron la
República Árabe Unida. El 14 de julio de 1958, un golpe de
estado militar derrocó a la monarquía en Irak. En las profundidades de la
población de Irak se había acumulado el odio contra la monarquía, el rey Facial
II, el primer ministro Nuri Said y la voluntad de barrer el régimen de los
feudalistas árabes establecido en 1921 por los británicos. Los “oficiales
libres” actuaron para prevenir una explosión revolucionaria, su golpe de estado
la precipitó. La revolución de desató. Las masas invadieron el palacio y las
calles, formaron sus comités, plantearon sus reivindicaciones. La República fue
proclamada. El general Hazmé tomó el poder. El Próximo y Medio Oriente viven al
ritmo de la revolución en Irak. El presidente de Líbano, Chamun, llamó a las
tropas norteamericanas. Seis mil “marines” desembarcaron en Líbano para
“mantener el orden”. 2.500 paracaidistas ingleses llegaron en avión desde el 17
de julio a Jordania. El PC iraquí contiene a las masas y sostiene al régimen
militar que Hazmé ha levantado. Tres meses más tarde, apoyándose en el PC de
Irak, lanza al ejército contra la población, aplasta y ahoga en sangre al
movimiento revolucionario, con el pretexto de luchar contra los nasseristas y
el partido Baas: millares de muertos especialmente en Mosul. En septiembre de 1961, a consecuencia de un
nuevo golpe de estado militar, Siria rompe con Egipto.
Durante los años siguientes, los
golpes de estado militares se suceden en Siria e Irak. Ningún gobierno en
Próximo y Medio Oriente puede, en ese momento, dejar de solidarizarse con la
causa palestina (al menos de palabra). Del 28 de mayo al 2 de julio de 1965 se
reunió, en el sector árabe de Jerusalén, el primer congreso nacional palestino.
Se formó la Organización
para la Liberación de Palestina (OLP), cuya carta de fundación
recusa la partición de Palestina y la creación del estado de Israel. En agosto,
se constituye el Comité Nacional de la
OLP y el Ejército de Liberación de Palestina (ELP). Se
encontraban bajo el férreo control de Nasser.
LA “GUERRA DE LOS SEIS DÍAS” Y SUS CONSECUENCIAS
Una nueva guerra entre Israel y
los estados árabes que lo rodean es ineluctable. Israel tomó la iniciativa. El
5 de junio de 1967, a
las 7 horas de la mañana, el ejército israelí atacó simultáneamente Egipto,
Siria, Jordania. Hizo trizas a sus ejércitos liquidándolos en seis días. Ocupó
el Sinaí, el Golán, Cisjordania, Gaza. La potencia militar de Israel estaba en
su apogeo y su dominación sobre esta región parecía indiscutible e
indisputable. En realidad la victoria de Israel tenía razones sociales y
políticas profundas. Los golpes de estado militares no han modificado los origines
sociales de las castas de oficiales, su incapacidad y su podredumbre. Los regímenes
establecidos no han roto los lazos que les atan al pasado, a la burguesía de
los negocios y corrompida y al imperialismo, incluso si establecieron nuevos
lazos con la burocracia del Kremlin. Su enemigo fundamental siguen siendo los
obreros, los campesinos, las masas miserables de su propio país. Son guardianes
vigilantes y beneficiados de la opresión y explotación de las masas árabes.
Temen como a la peste al fermento revolucionario que son las masas palestinas y
a las consecuencias de una derrota de Israel. Mientras que, por parte de
Israel, la guerra, por más reaccionaria y expoliadora que fueses, era sentida
como necesaria. Y fue llevada a cabo con la voluntad de vencer a todo precio.
Los israelíes en su conjunto pusieron todas sus fuerzas para vencer. Israel
está armada hasta los dientes por el imperialismo norteamericano.
La derrota de los estados árabes
tuvo como consecuencia un nuevo y enorme aflujo de refugiados palestinos hacia
los países árabes, sobretodo hacia Jordania. Huyeron de Cisjordania y Gaza
ocupadas por el ejército israelí. Se unieron a los que ya se habían refugiado
en Jordania a partir de 1947. Se concentraron por decenas de millares en
gigantescos campos. La OLP
constituyó un potente instrumento militar de control de estos campos, En fin,
una gran parte de Jordania es un trozo de Palestina en la que viven desde
entonces centenares de millares de palestinos. Por el contrario, la monarquía
se apoya principalmente en la antigua legión árabe organizada por los ingleses
y formada principalmente por beduinos del desierto.
Entre las masas palestinas y la
monarquía el antagonismo es absoluto. Tras la “guerra de los seis días” el
hundimiento es ineluctable, lo que está en juego no es otra cosa más que o el
aplastamiento y desarme del pueblo palestino o el derrocamiento de la monarquía
y la toma del poder por un gobierno emanado de las masas palestinas. El 17 de
septiembre de 1970, el ejército desencadena el combate para aplastar a las
fuerzas armadas de la OLP
y los refugiados de los campos palestinos. En Irbid, los palestinos organizan
un verdadero soviet. Carros de combate sirios penetran en Jordania. Se producen
escaramuzas con los blindados jordanos. Pero en respuesta a las exigencias del
Kremlin y del imperialismo norteamericano, Siria retira sus carros de combate.
En cuanto a la OLP,
en lugar de fijar a sus fuerzas armadas y al pueblo palestino el objetivo de derrocar
a la monarquía y llevar al poder a un gobierno emanado del pueblo palestino, su
dirección negocia con el rey Husein. Busca un compromiso. El 22 de septiembre,
Yasser Arafat y el rey Husein firman un acuerdo para el “restablecimiento del
orden”, acuerdo que llama a las fuerzas armadas de la OLP y de los palestinos a
cesar el combate. Es el “septiembre negro”. La OLP está desarmada. Millares de palestinos
resultan muertos. Decenas de millares se ven obligados a huir a otros países
árabes.
ISRAEL A UN DEDO DE LA
DERROTA
La cuarta guerra iraelo-árabe se
desencadenó a iniciativa de Egipto y Siria. El 6 de octubre de 1973 las tropas
egipcias franquearon el canal de Suez y las tropas sirias invadieron el Golán.
Los servicios secretos norteamericanos estaban al corriente de las
concentraciones de tropas egipcias y sirias pero, sin embargo, el ejército
israelí fue sorprendido por completo. Fue puesto en desorden y se retiró. Se
abrieron brechas en su dispositivo. Rápidamente retomó la iniciativa: tras
batir al ejército sirio, rompió el frente egipcio, franqueó el canal de Suez y
rodeó al III cuerpo de ejército egipcio. Para el ejército egipcio la operación
peligraba en tornarse un desastre (al igual que durante la guerra de los seis
días, las mismas causas produjeron los mismos efectos). Los días 23 y 24 de
octubre, Egipto, Siria e Israel aceptaron aplicar el “alto el fuego” que el
Consejo de Seguridad de la ONU
había ordenado hacía ya tiempo.
Alguna cosa cambió. El ejército
israelí gano, pero estuvo a un dedo de la derrota. Ya no parecía invencible. La
“paz israelí”, tal y como Israel la había impuesto en el momento de la guerra
de los seis días, ya no era posible. El imperialismo norteamericano teme la
reacción de las masas de los países árabes contra los regímenes podridos de los
estados árabes incapaces de combatir victoriosamente al pequeño estado de
Israel. Se ve obligado, con gran desgaste, a apoyar a Egipto y a apoyarse sobre
él continuando, al mismo tiempo, apoyando y apoyándose sobre Israel. El Egipto de
Anuar-el-Sadat, sucesor de Nasser, se convierte, como Israel, en cliente y
servidor del imperialismo norteamericano. Tras numerosas peripecias, las
relaciones entre Egipto e Israel llevan, bajo la dirección del imperialismo
norteamericano, al reconocimiento de Israel por Egipto, a los acuerdos de Camp
David en junio de 1978 y a la evacuación total del Sinaí en abril de 1982.
TODOS LOS GOLPES CONTRA EL PUEBLO PALESTINO
La cuestión palestina sigue
estando candente. En Líbano, 600.000 palestinos están concentrados en los
campos, lo esencial de las fuerzas armadas de la OLP se encuentra también en estos campos. (Los
estados árabes petroleros consagran una muy pequeña parte de la renta
petrolífera a financiar la compra de armas por las fuerzas armadas palestinas.
Es lo mínimo que deben hacer para ser recibir el marchamo de defensores de la
“causa árabe”). Se intentó “tratar” la cuestión palestina como fue “tratada” en
Jordania. La guerra de Líbano comenzó por el ataque de las milicias cristianas
contra los campos de refugiados palestinos de Tel-el-Zaatar y de Sir-el-Bacha,
situados al noreste de Beirut, para reducirlos. Rápidamente la relación de
fuerzas se demostró desfavorable a las milicias cristianas que debían hacer
frente, entonces, a un frente común entre palestinos y musulmanes de Líbano. El
15 de abril de 1976, el ejército sirio invadió Líbano: golpeó a la resistencia
palestina y quiso aplastarla. Salvó a las milicias cristianas de una aplastante
derrota. Ulteriormente las milicias cristianas establecieron estrechos lazos
con Israel que las armó y entrenó.
Durante los años siguientes, el
ejército israelí multiplicó los ataques aéreos contra los campos de refugiados
palestinos y las razias terrestres en Líbano. Finalmente, el 6 de junio de
1982, el ejército israelí invadió Líbano. En septiembre de 1982, Yasser Arafat
capituló y aceptó que las fuerzas armadas palestinas abandonasen los campos de refugiados
palestinos que rodeaban Beirut y se embarcasen hacia Túnez, dejando los campos
de refugiados desarmados. En el otoño de 1983, los sirios organizaron el asalto
y la toma de los campos de refugiados palestinos que la OLP controlaba en los
alrededores de Trípoli. Obligaron a la
OLP y a sus fuerzas armadas, incluyendo a Yasser Arafat, a
embarcarse igual que lo habían hecho en Beirut el año anterior. Cuando los
israelíes se retiraron de Líbano, se produjo, a partir de mayo de 1985, el
intento de las milicias chiítas de Amal para tomar el control de los campos de
refugiados palestinos de Beirut aplastando a la resistencia palestina que había
reorganizados sus fuerzas armadas. Lanzaron múltiples asaltos y asediaron los
campos de refugiados palestinos hasta principios de 1988.
YASSER ARAFAT Y LA OLP:
DE CAPITULACIÓN EN CAPITULACIÓN
Israel no logró todos los objetivos
que se había fijado cuando invadió Líbano, especialmente: construir un estado
libanés bajo control de los cristianos y subordinado a Israel. Por el
contrario, precipitó la quiebra política de la OLP que, a su manera, ha ayudado al aislamiento
del pueblo palestino subordinando su acción a los gobiernos de los estados
árabes, incluyendo a los de Arabia Saudita, en nombre la “unidad de acción de
la nación árabe”. La derrota de la
OLP y la capitulación de Arafat en Beirut han abierto una
crisis en Al Fatá (principal formación de la OLP y dirigida por Arafat) y en la OLP.
Yasser Arafat ha ido de
capitulación en capitulación ante los gobiernos de los estados árabes más
directamente sometidos a la influencia de los Estados Unidos. El 25 de julio de
1982, Arafat firma un documento en el que, en nombre de la OLP, reconoce: “todas las
resoluciones de la ONU
sobre la cuestión palestina”, lo que equivale a reconocer, de hecho, el estado
de Israel. A partir de octubre emprende negociaciones con el rey Husein de
Jordania, directamente ligado al imperialismo norteamericano, para la
constitución de un comité mixto jordano-palestino. El 3 de enero de 1983 el
comunicado final del CC de la OLP
reconocía como “un hecho irreversible” los acuerdos de Camp David. En el mes de
febrero, el Comité Nacional de la
OLP adoptó el Plan de Fez “como un suelo mínimo para una
iniciativa política de los estados árabes” y las propuestas “contenidas en el
proyecto del presidente Brejnev del 16 de septiembre de 1982”. De entrada es la
adopción del plan Reagan, plan que se reduce en última instancia a la
“autonomía interna de Cisjordania y Gaza” durante un periodo de cinco años,
continuará la ocupación por el ejército israelí. El objetivo es un “autogobierno
de los territorios en asociación con Jordania”. El 11 de febrero de 1985 el rey
de Jordania y Yasser Arafat firmaban en Amman un acuerdo que contempla que una
“delegación común jordano-palestina” pueda participar en posibles
“negociaciones de paz”. El acuerdo fue aprobado por el Comité Ejecutivo y el
Consejo Nacional de la OLP.
CUESTIÓN NACIONAL, CUESTIÓN SOCIAL
Pero el Plan Reagan choca con
obstáculos insuperables. Israel no puede aceptar que los territorios ocupados
durante “la guerra de los seis días”, Gaza y Cisjordania, el Golán anexado, se
escapen de sus manos. Sería el comienzo de la desintegración del estado judío y
la amenaza de su hundimiento. El pueblo palestino no puede aceptar acantonarse
en un estado palestino apéndice. En Israel propiamente dicho hay, hoy en día,
al menos 650.000 palestinos. Su crecimiento demográfico es mucho más rápido que
el de los judíos. Hay 1.400.000 de palestinos en Cisjordania y Gaza, y su
número crece rápidamente. En Israel la población judía se eleva a 3.500.000
pero su número no tiende a crecer rápidamente. Según determinadas estimaciones,
el número de judíos en los territorios ocupados y en Israel llegará a 4,2
millones y el de los palestinos árabes a 3,5 millones en el año 2000 y la
igualdad se logrará en el 2010. Actualmente la población total palestina
alcanzaría ya los 4,5 millones, de los cuales 2,5 emigrados: 600.000 en Líbano,
278.000 en Kuwait, 215.000 en Siria, 1.160.000 en Arabia Saudita, 48.500 en
Egipto, etc.
No sólo en Israel los palestinos
se ven expropiados en la práctica sino que también lo son en gran parte en Gaza
y Cisjordania, donde lo esencial de los recursos y resortes de la economía
están en manos de los judíos. Así, en Gaza 2.500 colonos judíos poseen el 28%
de las tierras públicas. En Cisjordania, la población judía ha pasado de 10.000 a 60.000 y ha
acaparado la tierra. En Gaza, como en Cisjordania, los colonos israelíes
monopolizan las fuentes de agua, lo que en este país es vital. La prensa ha
informado de cómo la población palestina de Gaza se ve relegada en miserables
guetos, cómo una gran parte de ella franquea todos los días la frontera para ir
a trabajar a Israel a cambio de miserables salarios. Un ejemplo: en Israel el
PNB asciende a 5.200 dólares por habitante y año; en Cisjordania y Gaza se
eleva a 750 dólares.
La podredumbre del imperialismo
hace que la economía de los países árabes en los que se han refugiado los
palestinos sea incapaz de absorber la gran masa de refugiados que permanece
agrupada en los campos.
La cuestión palestina no es sólo
una cuestión nacional: estrechamente imbricada a la cuestión nacional está la
cuestión social. 4,5 millones de palestinos combaten por una nación, un estado
palestino. La verdadera Palestina se extiende desde Tel-Aviv a Gaza, en
Jordania donde el 60% de la población es palestina. Reencontrar una nación
significa evidentemente para los palestinos la expropiación de los
expropiadores, judíos evidentemente, pero también de los feudalistas árabes de
Jordania y, en la medida en que aún quedan, de los grandes propietarios
terratenientes de Cisjordania, Gaza y Golán, la apropiación de los medios de
producción, el control de las palancas económicas y financieras.
Todo ello explica lo encarnizado
del combate que llevan adelante los palestinos a pesar de todas las traiciones
y los golpes que han recibido desde hace decenas de años, el heroísmo de los
manifestantes de Gaza y Cisjordania. En los territorios ocupados, los gobiernos
israelíes han conjugado de forma clara desde hace 20 años la represión y la
corrupción. Han intentado encontrar una capa de colaboradores. No lo han
logrado. Estas maniobras han fracasado. Mediante huelgas, manifestaciones,
incluyendo la utilización de los medios electorales, cuando ha sido posible,
los palestinos no han cejado de combatir contra el estado de Israel. En Gaza y
en Cisjordania el último potente movimiento fue en 1981. Estuvo marcado por
manifestaciones, huelgas generales de comerciantes. Pero es la primera vez que en los “territorios ocupados” la
lucha del pueblo palestino alcanza tal nivel, tal intensidad. Manifestaciones y
huelgas generales de comerciantes se suceden desde hace tres meses, día a día,
sin debilitarse. Ello recuerda la huelga general de 1936. Amnon Kapelouik
escribe en Le Monde Diplomatique de
marzo de 1988:
“En cada
pueblo, incluso en los más alejados, se han establecido comités populares
locales. En determinadas localidades excentradas, los habitantes han cerrado
los accesos, rehusado ir a trabajar en Israel y proclamado su pueblo “zona
palestina autónoma”. Tal fue el caso en Deir-el-Ghusun, cerca de Tulkarén, un
pueblo de cuatro mil habitantes en el que, finalmente, debió penetrar el
ejército el 12 de febrero.
La parte árabe
de Jerusalén, anexada el 29 de junio de 1967, no se ha librado de la revuelta:
“el alcalde israelí ha tenido que reconocer que, en la ciudad “reunificada” la
famosas “coexistencia” entre las dos comunidades (tan aireada por la
propaganda) estaba “muerta”. Jerusalén-Este es tratada ahora por las fuerzas de
ocupación con el mismo rigor que el resto de Cisjordania.
En los
territorios ocupados, en dos ocasiones ya, el movimiento nacional se ha dotado
de dirección: el Frente Nacional Palestino (disuelto en 1972) y el Comité de
Orientación Nacional (disuelto en 1982), cuyos miembros eran conocidos por
todos. Hoy en día el mando nacional unificado, compuesto por jóvenes, opera en
la clandestinidad más total. Su autoridad se ejerce sobre todas las capas de la
población del “interior”, y actúa en coordinación con la Organización de
Liberación de Palestina. Sus consignas se trasmiten a través de panfletos
multicopiados o impresos por ordenador (distribuidos por decenas de millares de
ejemplares) así como también a través de los altavoces de las mezquitas.
Los comités
deciden la declaración de huelga, fijan las horas de apertura y de cierre de
los almacenes, organizan la ayuda a las familias víctimas de la represión.
Voluntarios recolectan entre los comerciantes donaciones en especie y
mercancías. El llamamiento de los comités a favor del rechazo a trabajar en
Israel ha tenido una gran repercusión, a pesar del sacrificio doloroso que este
boicot representa para los obreros palestinos; pero el desgaste inflingido a la
economía israelí es también considerable. Durante las manifestaciones, se
movilizan médicos y farmacéuticos; ordenes muy estrictas prohíben el uso de
armas de fuego, incluso teniendo en cuenta que la población las posee. Sin
embargo panfletos firmados por el mando nacional unificado indican (es su
título) “Como preparar cócteles molotov”.”
Es una forma de organización de
tipo soviético que es propia de la revolución proletaria. Para el pueblo
palestino es una cuestión de vida o muerte.
Esto es lo que explica también
que todos los estados árabes, todas las clases y capas explotadoras, feudales-burguesas
del Medio Oriente teman al pueblo palestino, teman su victoria. Ésta daría un
formidable impulso, no sólo a la lucha contra el imperialismo sino, también, a
la revolución social de las masas en su propio país. Esto es lo que explica,
igualmente, la violencia, la brutalidad de la represión Israelí. Hay que decir,
simplemente porque es la verdad, que la población judía, en su conjunto, teme a
los actuales movimientos del pueblo palestino. Se producen en los territorios
ocupados y repercuten, encuentran un potente eco, en la población palestina del
estado de Israel; el 21 de enero último, los 600.000 palestinos que aún viven
en el Estado de Israel mantuvieron una huelga general. Siguiendo el llamamiento
“la paz ahora”, centenares de millares de israelíes se manifestaron contra la
guerra declarada por Israel a Líbano y especialmente cuando se produjeron las
masacres de los campos de refugiados de Sabra y Chatila y la responsabilidad
del ejército israelí fue conocida. Esta fue una de las razones que obligaron a
Israel a evacuar Líbano. Cierto, el 23 de enero, entre 30.000 y 50.000
manifestantes judíos desfilaron en Tel-Aviv a favor de “negociaciones” y de la
“retirada de las tropas de Israel de los territorios ocupados”. En febrero, se
manifestaron 5.000 en Jerusalén. El 4 de marzo en Tel-Aviv, una manifestación
israelí-árabe reunió, bajo el mismo lema, a 10.000 manifestantes. Estas
manifestaciones están lejos de haber reunido a las mismas masas que las de
1982. Sus consignas se sitúan en el marco del mantenimiento y defensa del
estado de Israel y de un estado palestino apéndice. Evidentemente la población
judía del estado de Israel se encuentra angustiada y paralizada.
NUEVA SITUACIÓN EN EL PRÓXIMO Y MEDIO ORIENTE
Económica, financiera, militar y,
también, políticamente, el estado de Israel no puede vivir sin la ayuda del
imperialismo norteamericano. En el año 1988, el gobierno israelí recibió una
ayuda de 3.000 millones de dólares: 1.800 millones a título de ayuda militar;
1.200 millones para gastos civiles. A ello es preciso añadir la “ayuda
privada”: 1.000 millones de dólares. Más de un tercio de las exportaciones
israelíes se hacen a los Estados Unidos. En 1987 el déficit de la balanza
comercial alcanzó 4.000 millones de dólares contra 2.000 en el año 1986 (ello
sobre un PNB que, en 1985, alcanzó los 21.140 millones de dólares).
Militarmente, Israel depende, en lo esencial, del material de los Estados
Unidos. Una cuarta parte de la fuerza de trabajo disponible es utilizada, cada
año, en un momento u otro, por el ejército.
Israel sigue siendo una base
indispensable de la estrategia norteamericana en el Próximo y Medio Oriente.
Pero desde 1979, año en el que la revolución en Irán derrocó al régimen del
Sha, que era otro pilar del orden imperialista en esta región del mundo, el imperialismo
norteamericano ha tenido que reajustar su dispositivo. Debe apoyarse mucho más
en los regímenes feudales-burgueses, en las camarillas militares árabes de la
región, llamar a la colaboración, incluso más estrecha que en el pasado, a la
burocracia del Kremlin. Igualmente se ve obligado a aportar a los estados
árabes un mayor apoyo pues la crisis económica y, sobretodo, la caída del
precio del petróleo exacerban las contradicciones económicas, sociales y
políticas en este país, en el que la revolución iraní ha levantado una inmensa
esperanza entre las masas árabes.
La guerra que Irak desencadenó
contra Irán tenía como principal objetivo abatir la revolución iraní.
Contribuyó a reforzar al régimen contrarrevolucionario de la República Islámica.
Ha supuesto una sangría para las masas iraníes y las ha agotado. Sin embargo la
victoria no ha sido posible. Tras iniciales éxitos han llegado las derrotas. El
hundimiento del ejército y estado de Irak abrirán a su vez una brecha en todo
el dispositivo del imperialismo y en el orden social y político de la región,
por esta brecha podrían colarse las masas. Para evitarlo, los imperialismos coaligados
y la burocracia del Kremlin exigen a Irán abandonar la guerra y retirar su
ejército a las fronteras de 1979. Y el estado de Israel debe subordinarse a
este dispositivo. El secretario de estado norteamericano para asuntos
exteriores, Georges Schultz, acaba de exigir al gobierno israelí una inmediata
respuesta a las medidas inmediatas que acaba de proponer: apertura, a mediados
de abril, de una conferencia internacional que reúna a Israel, las partes
árabes interesadas y los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU; formación de una comisión
bilateral israelí-palestina, que tendrá seis meses para preparar un “estatuto
transitorio” para los “territorios ocupados”; reagrupación del ejército israelí
en “bases estratégicas” y organización de elecciones para designar un
“ejecutivo palestino” que participaría en las negociaciones sobre el estatus
definitivo de los “territorios ocupados”. Estas medidas deberán de llevar a la aplicación del plan Reagan. El
imperialismo norteamericano teme las repercusiones en los países del Próximo y
Medio Oriente del movimiento revolucionario que se desarrolla en Gaza y
Cisjordania. Quisiera quebrarlo y desactivarlo. Al mismo tiempo, el imperialismo
norteamericano ha concedido, ciertamente, su acuerdo al gobierno israelí para
que Cisjordania y Gaza se mantenga vedadas a los periodistas, es decir para que
la represión franquee un nuevo grado yendo, puede ser, hasta el baño de sangre
generalizado. En este marco, sin debilitar más de lo que lo están los estados
árabes, es en el que sería precios encontrar una salida a la cuestión
palestina. Haría falta… Es urgente… Posible ya es otra cosa.
La burguesía israelí tiene una
larga experiencia. Esta experiencia le permite servirse de todo. Así, se ha
lanzado en la expedición militar en Líbano cuando la guerra entre Irak e Irán
estaba en su apogeo, suministrar armas a Irán y después pactar “la paz” con
Egipto. Las dificultades se estrechan sobre ella y el impas histórico (que
puede acabar en catástrofe) del sionismo y del estado de Israel se precisa. Sin
embargo, los 3.500.000 judíos atrapados en la ratonera del estado de Israel
están persuadidos de su “justo derecho”. Tienden a alinearse tras las
“soluciones” más reaccionarias. Una encuesta ha dado como resultado que el
50,4% de los israelíes estiman que la población palestina de Gaza y Jordania
debe ser expulsada hacia los países árabes. Israel dispone de sólidos apoyos
internacionales, del apoyo del imperialismo.
La “cumbre árabe” que se ha
realizado en Amman del 8 al 11 de noviembre es significativa. En el momento en
que Egipto reconoció al estado de Israel, suscribió los acuerdos de Camp David e
hizo la “paz” con Israel, fue excluida de la Liga Árabe, la mayoría de los estados árabes
rompieron sus relaciones diplomáticas con Egipto. En Amman, Egipto ha sido
vuelta a admitir en la Liga
Árabe (en esta cumbre ha ocupado un lugar preponderante). Todos los estados
árabes, incluyendo Siria, han participado en esta cumbre y han reanudado
relaciones diplomáticas con Egipto. El acuerdo se produjo para preconizar la
realización de una “conferencia internacional”, que controlarían el
imperialismo norteamericano y la burocracia del Kremlin, para “solucionar el
problema palestino”. Esta posición es también la del Kremlin. Los estados
feudales burgueses y las camarillas se ponen de acuerdo abiertamente para
aislar y estrangular al pueblo palestino.
Las ilusiones no son admisibles
al respecto. El conjunto de datos muestra que el estado de Israel todavía
dispone a corto plazo de un margen de acción y de maniobra. Más aun: el estado
de Israel se batirá como un perro sin piedad para mantenerse en pie.
UNA POLÍTICA PARA EL PUEBLO PALESTINO
El pueblo palestino necesita una
política. En su momento, las resoluciones del Comité de Organización por la Reconstrucción de la IVª Internacional la
trazaron:
·
por la liberación nacional contra el
imperialismo
·
por la destrucción del estado sionista y del
estado de Husein
·
por la Constituyente palestina, por la constitución de
un único estado unificado palestino que garantice el derecho de las minorías:
·
contra las soluciones reaccionarias y
contrarrevolucionarias de “paz” dictadas por la coexistencia pacífica, por el
imperialismo norteamericano y la burocracia del Kremlin, sacrificando los
intereses de las masas populares del Próximo y Medio oriente, la reivindicación
del derecho del pueblo palestino a una nación, a favor de una República
palestina unificada, piedra angular del internacionalismo proletario.
9.- La primera
condición en el combate por los Estados Unidos Socialistas Soviéticos del
Próximo y Medio Oriente es, pues, la lucha primordial a favor de la
reivindicación del pueblo palestino a una nación. No situar esta reivindicación
en el centro del combate revolucionario es, quiérase o no, aceptar las
exacciones perpetradas por el estado sionista contra el pueblo palestino. Nada,
incluyendo el holocausto hitleriano de la Segunda Guerra Mundial, puede
justificar semejante posición. Pero situar en primer plano de la lucha de los
trabajadores judíos y palestinos árabes, la reivindicación a la nación del
pueblo palestino es adelantar en primer lugar la reivindicación de la Constituyente
palestina, en el territorio de Palestina. La lucha dirigida hacia la
destrucción del estado de Israel y del estado jordano de Husein se inscribe
como la reivindicación de un estado unificado de Palestina, reivindicación
transitoria hacia los Estados Unidos Socialistas del Próximo y Medio Oriente.”
Noviembre de
1973
Pero la consigna de Constituyente
palestina no cobra todo su sentido más que si se sitúa en la línea del Gobierno
Obrero y Campesino de Palestina, único gobierno capaza de resolver la cuestión
social como, también, la cuestión nacional. Por otra parte, la forma de
organización de tipo soviético del movimiento revolucionario en curso
actualmente en Gaza y Cisjordania es significativo: la Constituyente
palestina no es suficiente como consigna: la perspectiva de un Gobierno Obrero
y Campesino emanado de los consejos y apoyándose sobre ellos es indispensable.
Todavía es preciso añadir: existe un previo a la Constituyente, la
destrucción del estado de Israel; se trata, en primer lugar y ante todo, de que
los palestinos (los que permanecen en Israel, Gaza, Cisjordania, Jordania pero
también aquellos que se han visto obligados a exiliarse) recuperen su país para
constituir un estado palestino; no hay una especie de equilibrio en dos
“comunidades” que hay que mantener ni tampoco de un estado bi-nacional a
constituir.
En fin, la victoria de las masas
palestinas está indisolublemente ligada a la de la revolución proletaria en el
Próximo y Medio Oriente, contra el imperialismo, los estados feudal-burgueses y
las camarillas militares del Próximo y Medio Oriente, en el combate por la
independencia nacional, las libertades democráticas, la Asamblea Constituyente
soberana, el Gobierno Obrero y Campesino, la reforma agraria, la toma en manos
del proletariado de los principales medios de producción, la expropiación de
las clases dominantes y explotadoras, los Estados Unidos Socialistas del
Próximo y Medio Oriente. Evidentemente el proletariado palestino no puede
contar, para llevar adelante su combate, con la
OLP. Como todos los otros proletariados, le
es necesario construir una central sindical obrera; le es preciso, sobretodo,
que se construya un Partido Obrero Revolucionario que se sitúe en el programa
de la revolución proletaria en Palestina, en el Próximo y Medio Oriente, los
Estados Unidos Socialistas del Próximo y Medio Oriente y, por tanto, de la
revolución proletaria, contra el imperialismo, las clases y capas explotadoras
y las burocracias parasitarias.
Hay que exigir
a las organizaciones obreras (partidos y sindicatos) de los países
imperialistas, especialmente francesas:
“Basta ya con
esta masacre. La indignación no es suficiente. Dirigentes del PS y del PCF
dicen reprobar la sangrienta represión israelí contra los palestinos que se
manifiestan en Gaza y Cisjordania en nombre de su pueblo, a favor de las
libertades democráticas, del fin de la represión y del derecho del pueblo
palestino a volver a su país y a disponer de sí mismo.
¿Por qué no
llaman, igual que los dirigentes de las centrales sindicales, a una masiva
manifestación frente a la embajada de Israel bajo el lema: ¡Basta ya de masacre!? El pueblo palestino tiene el derecho
elemental a expresar sus reivindicaciones democráticas y nacionales y a
combatir a favor de ellas.”
7 de marzo de 1988
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