1 de mayo de 2007
POR UNA INTERNACIONAL OBRERA REVOLUCIONARIA
El capitalismo amenaza a la Humanidad
El modo de producción capitalista ha agotado ya desde hace tiempo su papel progresista como lo prueban, de forma particular, las dos guerras mundiales y las crisis económicas mundiales de 1929 y de 1973. La burguesía sobrevive al precio de guerras y crisis económicas que destruyen periódicamente fuerzas productivas a gran escala.
La burguesía pervive y prolonga su dominación gracias a la traición de los aparatos reformistas del movimiento obrero. Estos aplazamientos históricos no le confieren una nueva juventud. Sólo se libra preparando el terreno para nuevos conflictos y desequilibrios económicos aun más graves. La economía capitalista contemporánea se ve estimulada por el endeudamiento y la economía de armamentos (más de 1.100.000 de dólares de gastos militares anuales), lo que entraña la especulación, la hipertrofia de las finanzas y el militarismo.
El capitalismo toma cada vez un carácter más parasitario. La producción para el beneficio traba el desarrollo económico y amenaza peligrosamente al medio ambiente. La devastación de una ciudad entera de los Estados Unidos por un ciclón ha dado una idea cabal de las consecuencias del recalentamiento climático y del carácter racista que toma cada vez más el capitalismo. Los estados se multiplican, dividiendo a la humanidad por fronteras cada vez más arcaicas.
Este siglo comenzó en la reacción
El mantenimiento del capitalismo le cuesta caro a los trabajadores de las ciudades y del campo. Las grandes potencias han reafirmado su dominación sobre el planeta: tras haber bombardeado Serbia, invadido Afganistán e Irak, amenazan a Irán. El capitalismo ha sido restaurado en Rusia, en Europa del este y en China. Los antiguos bastiones obreros de los países capitalistas son desmantelados por las privatizaciones y las reestructuraciones. La tasa de explotación ha aumentado gracias a la intensificación del trabajo y a la limitación del alza de los salarios reales, incluso gracias a su disminución. Así, la tasa de beneficio ha vuelto a aumentar temporalmente.
Los descubrimientos de la ciencia y de la técnica desembocan a menudo en el refuerzo de la explotación y de la opresión de la mayoría y el despilfarro de la minoría. En el seno de los países que afirman ser modelos de democracia, las libertades se han visto reducidas en nombre de la “lucha contra el terrorismo”. El oscurantismo y el clericalismo vuelven con redoblada fuerza. La barbarie amenaza: en Irak, el ejército estadounidense emplea la tortura; en la ex Yugoslavia, en Ruanda, en Sudán, se han cometido y se están cometiendo genocidios; los dirigentes de China condenan a penas de muerte a gran escala para vender órganos humanos.
La población palestina vive sometida a la opresión y a la humillación. La esperanza de vida ha disminuido en Rusia, miles de mineros mueren cada año en China, los nuevos capitalistas chinos y rusos viven en el lujo mientras que la mayoría de la población trabajadora se ve privada de todo. Cada año, millones de personas se ven obligadas por las guerras, la represión o la pobreza a abandonar sus países; en los países a los que llegan, a menudo son despreciadas, sobreexplotadas y perseguidas. Todas las grandes metrópolis albergan una numerosa población que sufre la miseria y la inseguridad. El paro es masivo incluso en los países presentados como modelo en materia de empleo; en todas partes crece la precariedad de los trabajadores y trabajadoras.
Los explotados y los oprimidos son engañados y traicionados
Las burocracias privilegiadas y despóticas que dirigen las economías estatizadas proclamadas “socialistas” han restaurado, ellas mismas, el capitalismo. Los regímenes nacionalistas burgueses, que desafiaban después de la segunda guerra mundial a los imperialismos europeos y al estadounidense han capitulado por lo general. Las direcciones nacionalistas de los pueblos oprimidos rinden sus armas (ANC, FSLN, FMLN, IRA, ETA...) o juegan la carta del imperialismo dominante (OLP, PDK, UPK...). Su quiebra ha reforzado a las corrientes aún más reaccionarias, racistas o fundamentalistas.
Las grandes organizaciones creadas por el proletariado a fines del siglo XIX y a principios del XX han protegido a su clase dominante y a su estado burgués frente a la última oleada revolucionaria mundial de los años 1960 y 1970, lo que ha permitido la contraofensiva de la burguesía mundial en los años 1980 y 1990. Los aparatos corrompidos de los sindicatos han preconizado el interés nacional, han cogestionado, impedido las huelgas generales, negociado los planes antiobreros; los partidos reformistas, tanto de tipo socialdemócrata como estalinista, han defendido a su burguesía y, a veces, gestionado lealmente su estado burgués en detrimento de los trabajadores del país y de los países dominados.
Durante los años 1960 y 1970, múltiples corrientes castristas, maoístas y pseudostrotskytas captaron la energía revolucionaria de la juventud pretendiendo levantar la bandera de la revolución abandonada por la Internacional “socialista” y los partidos “comunistas”. Con el reflujo de la clase obrera y, en particular, la restauración del capitalismo en Rusia y en China, las antiguas organizaciones centristas han desaparecido, se han unido a los partidos tradicionales o han levantado nuevos partidos obrero-burgueses. Las organizaciones “izquierdistas” o “radicales” que sobreviven se han convertido, en su mayor parte, en reformistas, pacifistas, incluso en patriotas. Trabajan, codo a codo, con las burocracias sindicales, se alinean con Chávez, hacen pasar al Foro Social Mundial por “anticapitalista”, prestan su confianza a la ONU o cortejan a los movimientos ecologistas o religiosos. Casi todas han votado, en un momento u otro, a favor de partidos burgueses. Algunas de ellas hasta se enfrentan a los inmigrantes (Unión Comunista Trotskysta de Grecia), reclaman más policías (Lutte Ouvrière en Francia) o participan en gobiernos burgueses (Democracia Socialista de Brasil, Partido Comunista Maoista del Nepal).
La clase obrera tiene la capacidad de resistir los ataques y de derrocar al capitalismo
Pero la clase obrera ha crecido a escala mundial. Nuevas concentraciones locales de trabajadores aparecen, generaciones que no han conocido las derrotas renuevan el proletariado.
La juventud escolarizada lleva adelante importantes luchas en Grecia, Chile, Italia y Francia. Los pueblos de Irak no han sido sometidos a pesar de los enormes medios militares británicos y estadounidenses. Los conductores de autobuses y los enseñantes han hecho huelga en Irán, estudiantes y mujeres se han manifestado. El proletariado chino ha comenzado a luchar colectivamente a pesar de una intensa represión. Numerosos presidentes elegidos han sido expulsados en América Latina, las masas de Venezuela han resistido a las tentativas de golpe apoyadas por el imperialismo, órganos soviéticos han nacido en Bolivia y en México, bajo la forma de Asambleas Populares de El Alto-La Paz y de Oaxaca. En los Estados Unidos, el consenso patriótico del 2001 alrededor de Bush se ha roto como lo testimonian las manifestaciones contra la guerra, las huelgas, las protestas contra las leyes que se dirigen contra los inmigrantes. En Europa, las manifestaciones contra la guerra en Irak fueron gigantescas en los estados que participaban en ella (Gran Bretaña, Estado español, Italia). Un verdadero levantamiento, dejado sin perspectivas, sacudió las barriadas de Francia. En África, los trabajadores y los estudiantes de Guinea han llevado adelante una huelga general contra el poder de Conté.
Por una internacional obrera, por la revolución socialista mundial
La clase obrera (los obreros, empleados, técnicos, etc.) es hoy en día mayoritaria a escala mundial y crea lo esencial de las riquezas de la sociedad. Tiene la potencialidad de impedir que la humanidad caiga en el abismo al que la lleva inexorablemente la minoría de los capitalistas. Si lleva una resuelta lucha contra su burguesía, podrá arrastrar tras de sí a una gran parte del campesinado pobre, de la juventud estudiantil, de los parados y de los desclasados de las periferias de las grandes ciudades e, incluso, a una fracción de los cuadros.
La línea de conciliación y capitulación ante las clases dominantes de las direcciones burocráticas desmoraliza y divide a las filas obreras. La unidad de los trabajadores se forja contra la burguesía. La clase obrera, no siendo una clase explotadora, no tiene otro medio para defenderse que no sea la organización. Combate por la unidad de sus organizaciones ante los patronos y los gobiernos al servicio de estos, para imponer la democracia obrera en sus sindicatos y en sus asambleas, para organizar su defensa frente a los fascistas, los islamistas y todos los mercenarios del capital.
Para ello, sus elementos se han de reagrupar en el seno de un partido revolucionario, a escala nacional e internacional pues la clase obrera es la primera clase que, por ser revolucionaria, debe ser internacionalista. En primer lugar, siempre ha contenido en su seno a los inmigrantes. En segundo lugar, cada vez es más explotada por grupos de los Estados Unidos, de Europa del Oeste y de Japón que son grupos ‘transnacionales’, es decir imperialistas. Sobretodo, sólo la clase obrera es capaz de romper las fronteras que se erigen como trabas al desarrollo de las fuerzas productivas: el socialismo sólo podrá nacer a escala mundial.
Si las direcciones burocráticas de las organizaciones obreras tradicionales rompen con la burguesía y realizan la unidad, si la clase obrera logra imponer la lucha clase contra clase superando la división que le imponen estas direcciones burocráticas, la defensa de las conquistas sociales y de las libertades, la lucha por la reducción del tiempo de trabajo, por la indexación de los salarios, contra la opresión nacional, contra la guerra imperialista, por la emancipación de la mujer, por el control obrero… recibirán el apoyo de las más amplias masas, serán eficaces y se combinarán dando como resultado una formidable fuerza que impulsará la revolución permanente, el combate en cada país por el derrocamiento del estado burgués y por un gobierno de los trabajadores basado en organismos de poder obrero que abrirá la vía de la expropiación del capital, de la planificación democrática por los productores de acuerdo con las necesidades de la mayoría de la población, de la construcción del socialismo y la federación socialista mundial.
Pero, sobretodo, en este primero de mayo sigue siendo valida la afirmación del Programa de Transición: “el rasgo fundamental de la situación política mundial en su conjunto es la crisis histórica de la dirección proletaria.” Por tanto la tarea urgente de todos los obreros y obreras conscientes, de todos los oprimidos, es abordar la construcción de partidos obreros revolucionarios en cada país, de la Internacional Obrera Revolucionaria, ya que, volviendo a citar el Programa de Transición, “las condiciones objetivas para la revolución proletaria no sólo han ‘madurado’, han empezado a pudrirse […] Es la hora del proletariado, es decir, ante todo de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la Humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria.” El Grupo Germinal, hace un llamamiento en especial a las jóvenes generaciones para enfrentar esta tarea.
GRUPO GERMINAL, 1 de mayo de 2007
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