Empujados por una guerra comercial mundial naciente, Trump, May, Xi, Putin y los dirigentes de las potencia europeas, supuestamente unidas en la UE, multiplican las leyes y medidas para impedir a los migrantes la entrada en sus territorios. El nuevo gobierno ultranacionalista italiano (M5I-Liga) y su ministro del Interior Salvini, rechazaron, el 11 de junio, al Aquarius de la ONG SOS Mediterranée que salvaba a 639 personas procedentes de Libia. El barco, no acogido por Macron en Francia, ha encontrado finalmente refugio en Valencia (España) el 17 de junio. Si bien en estas circunstancias la acogida del barco en España se presenta como un alivio, Pedro Sánchez (PSOE) ha confirmado con toda tranquilidad que los migrantes tendrán mes y medio para prepararse a sufrir la ley antiinmigrantes. Ésta autoriza a la policía a rechazar las pateras (que sobre todo llegan de Marruecos), a los migrantes en los enclaves españoles en Marruecos (Ceuta y Melilla) y a enviar a centros de retención durante 60 días a todas las personas migrantes ilegales antes de expulsarlos.
La Ley de Extranjería PP-PSOE-CiU no tiene nada que envidiar a la de Macron llamada de “Asilo e inmigración”, aprobada en febrero de 2018, que alarga los plazos de retención y reduce los recursos y los derechos de los migrantes amenazados de prisión, si utilizan papeles falsos. Los migrantes del Aquarius, en Francia y en España, no tendrán el derecho a vivir decentemente en Europa, lo mismo que los 2,4 millones de solicitantes de asilo desde 2015, a veces expulsados y más a menudo iligales, que representan menos del 1% de la población europea. Tampoco los 3.700 migrantes muertos en el Mediterráneo, solo en 2017.
Potencia dominante en Europa, la Alemania capitalista proyecta reenviar a los migrantes hacia los países de llegada, después de haber a cogido a más de un millón de trabajadores y trabajadoras desde 2015. Empujado por la ola nacionalista representada por el partido fascistoide AfD, el gobierno CDU-SPD dirigido por Merkel cuenta con aplicar severamente la expulsión a las fronteras de la UE mientras orienta hacia los empleos duros y precarios a los migrantes llegados desde 2015. Porque, como lo muestran los gobiernos de Austria, Hungría, Polonia, Eslovenia, República Checa y Servia, el mercado de trabajo europeo puede prescindir de esta fuerza de trabajo.
Se erigen muros para rechazar a las personas migrantes y se aprueban leyes que criminalizan a los que los ayudan. El capitalismo no sólo empuja en cada país a una parte de la clase obrera y de la juventud a la miseria creciente ¡también señala a los migrantes como chivo expiatorio! Existen ya acuerdos con el dictador Erdogan y el primer ministro griego Tsipras (Syriza) para dejarlos pudrirse en Turquía (3,9 millones) y en las islas griegas. Desde 2017, el gobierno italiano ayuda a los guarda-costas libios y la UE ha proporcionado barcos militares a Libia para bloquearla llegada de trabajadores y jóvenes, donde sufren trabajo forzado y violaciones.
En todo el mundo, cada Estado utiliza a la policía y la justicia contra los inmigrantes que huyen de la miseria y las guerras que las grandes potencias imperialistas (China, Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania, España, Italia, Gran Bretaña…) imponen a regiones enteras del globo. Mientras que la ley Collomb permite el encierro de niños, Trump se responsabiliza de separar a los niños de sus padres migrantes procedentes de México, para expulsar a los adultos, aunque haya tenido que recular ante la indignación social provocada. Pero millones de latinoamericanos continúan arriesgando la vida en la frontera con México para no morir en la miseria.
Cada burguesía utiliza el nacionalismo y la xenofobia para dividir a la clase obrera y presentar a los extranjeros pobres como los culpables del marasmo económico producido por el capital. Recientemente, el primer ministro húngaro Orban ha hecho aprobar una una ley que condenará a prisión a los militantes que ayuden a los migrantes. En Austria, el primer ministro Sebastian Kurtz ha anunciado que puede crearse un “eje de voluntarios en la lucha contra la inmigración ilegal” con Alemania e Italia. En Italia, Salvini, llama a “limpiar el país calle por calle” de emigrantes ilegales.
Estas grandes potencias que expulsan a los inmigrantes están en primera línea para defender sus cuotas de mercado y sus grandes empresas. Para el beneficio de sus accionistas, su policía y su ejército intervienen contra las huelgas y las luchas anticapitalistas. Los grandes grupos capitalistas y sus Estados respectivos hacen exactamente lo mismo en los países dominados para sobreexplotar a las masas, delegando en esbirros la seguridad del país. Si tal o cual presidente o primer ministro no hace lo que debe, puede contemplarse la intervención militar como en Irak, en Afghanistán, en la República Centroafricana o en Costa de Marfíl.
Frente a la ola represiva contra los migrantes en Europa y en general, la responsabilidad del movimiento obrero (partidos y sindicatos) no consiste en avalar las políticas reacccionarias de cierre de fronteras y de expulsiones, sino en luchar por la unidad de la clase obrera, con o sin papeles, migrante o no. Defender el derecho de todos los migrantes, ya sean refugiados económicos o políticos, a desplazarse e instalarse con los mismos derechos que los trabajadores locales, obliga a que el movimiento obrero declare la guerra al nacionalismo, al fascismo y a la xenofobia como lo hizo en su momento el Manifiesto del Partido Comunista: ¡Proletarios de todos los países, uníos! Es la única consigna que abre una perspectiva a los migrantes y a la Humanidad.
En cada país, esa lucha planteará la cuestión de los mismos derechos para todas y todos y la del poder obrero, el único capaz de garantizar el desarrollo económico al servicio de la población, la apertura de fronteras, el derecho de instalación y circulación para todos en el seno de los Estados Unidos Socialistas de Europa.
20 de junio de 2018
Colectivo Revolución Permanente (Alemania, Austria, Canadá, Francia)
IKC